martes, 27 de diciembre de 2022

Olvido como crítica

La crítica concede aún demasiado: es reactiva, se vuelve objeto de su objeto, conserva la misma posición de los problemas aunque sea a la contra.

El sistema funciona hoy mediante la captura de la atención, con este o aquel contenido. Criticar es conceder aún demasiada atención. Como decía Mae West: “no hay mala publicidad”. Confrontación, denuncia, polémica, desenmascaramiento: terrible desgaste de las energías.

Dejar de ser comentaristas y opinadorxs críticxs de “la última”, de la coyuntura.
Negación por olvido: fuga de agua, retirada, deserción, silencio.
Conquista por olvido: de un punto de partida, una posición, un centro de gravedad y una agenda propia.

Desvío de la atención, no crítica.
Lo que quieres ver desaparecer, no le concedas tu atención.
Olvidar es dejar de criticar, destruir sin destrucción.

Nos retiramos, nos ponemos a funcionar de otro modo, en torno a nuestros problemas y nuestras pasiones, según nuestras brújulas. Afirmativxs, no críticxs.

“El olvido es la única venganza y el único perdón” (Borges)

martes, 29 de marzo de 2022

Los afectos tristes



 Vivimos en un mundo más bien desagradable, en el que no sólo las personas sino también los poderes establecidos tienen interés en comunicarnos afectos tristes. La tristeza, los afectos tristes son todos aquellos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en esclavos. El tirano, el cura, el ladrón de almas, necesitan persuadirnos de que la vida es dura y pesada. Los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos o, como dice Virilio, de administrar y de organizar nuestros pequeños terrores íntimos... todo es cuestión de sangre... convertir el cuerpo en una fuerza que no se reduzca al organismo, convertir el pensamiento en una fuerza que no se reduzca a la conciencia… Enseñar al alma a vivir su vida, no a salvarla.

Diálogos. Gilles Deleuze & Claire Parnet

martes, 7 de abril de 2020

Realismo Capitalista


... buscar posibilidades reales para la acción política implica, primero que nada, que aceptemos nuestra inserción en el nivel del deseo en la picadora de carne del capitalismo. Lo que queda sin decir en el rechazo del mal y la ignorancia dentro de un Otro fantasmático es nuestra propia complicidad en las redes planetarias de la opresión. Lo que debemos tener en mente es tanto que el capitalismo es una estructura impersonal hiperabstracta como que no sería nada sin nuestra cooperación. Por eso la descripción más gótica del capitalismo es también la más certera. El capital es un parásito abstracto, un gigantesco vampiro, un hacedor de zombies; pero la carne fresca que convierte en trabajo muerto es la nuestra y los zombies que genera somos nosotros mismos. En cierto sentido la élite política simplemente está a nuestro servicio; y el miserable servicio que nos provee es lavarnos la libido de modo sumiso, representar los deseos de los que no nos hacemos cargo como si no tuvieran nada que ver con nosotros.


Realismo Capitalista
Mark Fisher







viernes, 3 de abril de 2020

El mañana queda anulado


Todas las razones para hacer la revolución están ahí. No falta ninguna. El naufragio de la política, la arrogancia de los poderosos, el reinado de lo falso, la vulgaridad de los ricos, los cataclismos de la industria, la miseria galopante, la explotación desnuda, el apocalipsis ecológico... no se priva de nada, ni siquiera de estar informados de ello. "Clima: 2016 bate un récord de calor", titula Le Monde ahora ya como casi todos los años. Todas las razones están reunidas, pero no son las razones las que hacen las revoluciones; son los cuerpos. Y los cuerpos están delante de las pantallas.


Ahora
Comité Invisible



jueves, 2 de abril de 2020

Los seis minutos más bellos de la historia del cine



"Sancho Panza entra en un cine de una ciudad de provincia. Viene buscando a Don Quijote y lo encuentra: está sentado aparte y mira fijamente la pantalla. La sala está casi llena, la galería –que es una especie de gallinero- está completamente ocupada por niños ruidosos. Después de algunos intentos inútiles de alcanzar a Don Quijote, Sancho se sienta de mala gana en la platea, junto a una niña (¿Dulcinea?) que le ofrece un chupetín. La proyección ha comenzado, es una película de época, sobre la pantalla corren caballeros armados, de pronto aparece una mujer en peligro. Inmediatamente Don Quijote se pone de pie, desenvaina su espada, se precipita contra la pantalla y sus sablazos empiezan a lacerar la tela. Sobre la pantalla todavía aparecen la mujer y los caballeros, pero el rasgón negro abierto por la espalda de Don Quijote se extiende cada vez más, devora implacablemente las imágenes. Al final, de la pantalla ya no queda casi nada, se ve solo la estructura de madera que la sostenía. El público indignado abandona la sala, pero en el gallinero los niños no paran de animar fanáticamente a Don Quijote. Sólo la niña en platea lo mira con desaprobación.

¿Qué debemos hacer con nuestras imaginaciones? Amarlas, creerlas a tal punto de tener que destruir, falsificar (este es, quizás el sentido del cine de Orson Welles). Pero cuando, al final, ellas se revelan vacías, incumplidas, cuando muestran la nada de la que están hechas, solamente entonces pagar el precio de su verdad, entender que Dulcinea -a quien hemos salvado- no puede amarnos.


Profanaciones
Giorgio Agamben








miércoles, 1 de abril de 2020

Pida la palabra, pero tenga cuidado


Cuando el catedrático doctor Lastra tomó la palabra, esta le zampó un mordisco de los que te dejan la mano hecha moco. Al igual que más de cuatro, el doctor Lastra no sabía que para tomar la palabra hay que estar bien seguro de sujetarla por la piel del pescuezo si, por ejemplo, se trata de la palabra ola, pero que a queja hay que tomarla por las patas, mientras que asa exige pasar delicadamente los dedos por debajo como cuando se blande una tostada antes de untarle la manteca con vivaz ajetreo.

¿Qué diremos de ajetreo? Que se requieren las dos manos, una por arriba y otra por abajo, como quien sostiene un bebé de pocos días, a fin de evitar las vehementes sacudidas a que ambos son proclives. ¿Y proclive, ya que estamos? Se la agarra por arriba como un rabanito, pero con todos los dedos porque es pesadísima. ¿Y pesadísima?

De abajo, como quien empuña una matraca. ¿Y matraca? Por arriba, como una balanza de feria. Yo creo que ahora usted puede seguir adelante, doctor Lastra.

Último Round
Julio Cortázar